Hablar sobre la Muerte con los Niños
diciembre 20, 2016Micaela de 4 años le pregunta a su mamá, ¿a dónde se va cuando se muere?, Hugo de 6 años ¿Qué es morirse?, Marcela de 3 años ¿Qué hacen los muertos?, Ramón de 5 años, ¿Por qué nos morimos?... Estas son algunas de las preguntas que nuestros niños pequeños comienzan a hacerse en determinado momento de su desarrollo evolutivo, o frente alguna vivencia cercana de muerte. Es una manera de ir asimilando y comprendiendo este evento que nos involucra a todos y que forma parte de la vida misma.
¿Todos los niños comprenden la muerte de la misma manera? ¿Cuáles son las palabras adecuadas para explicarles y ayudarlos a comprender mejor la situación?
Sabemos que los temas relacionados a las experiencias con la muerte pueden resultar complicados de explicar a nuestros pequeños, asimismo a ellos les resulta difícil de manejar, he aquí que debemos de estar atentos a algunas conductas que puedan llegar a manifestar. Primero que nada debemos comprender que la manera de entender la muerte varía en el correr de la infancia y va modificándose a través del desarrollo cognitivo y psicoafectivo.
Existen nociones claves que el niño debe comprender para poder llegar a entender la muerte como lo hacemos los adultos: •La irreversibilidad o irrevocabilidad de la muerte •La ausencia o cese de las funciones vitales. • Universalidad de la muerte, como parte del ciclo vital. Estos procesos si bien se pueden desarrollar a través de aprendizajes cognitivos, también se pueden dar espontáneamente.
Los niños cerca de los dos años aproximadamente comenzarán a utilizar el término muerte, muerto, matar, murió, etc., de una manera coloquial mucho antes de comprender el significado del concepto. Por ejemplo en un momento de juego dice: "Te mataré, bang, bang...", "Ahora te toca a vos matarme...". Esto nos muestra que está considerando a la muerte como un estado temporal como el dormir o marcharse, teniendo la seguridad de que aún pueden escuchar o ver, o bien que incluso él o sus padres nunca van a morir.
Algunos estudios señalan que entre los 5 y 7 años recién rudimentariamente comienzan a comprender cognitivamente la noción de muerte. Estos alcances, tanto los que se van dando en edad preescolar y escolar, necesitan de ser acompañados para brindarles seguridad y comprensión frente a esta situación.
Este proceso progresivo de toma de conciencia cobrará significado si alguien que estaba ahí de repente deja de estarlo. Este puede ser su vecino, su mascota o un tío e incluso alguno de sus progenitores. Aquí el niño tomará conciencia de la muerte en el momento específico que suceda, reaccionando frente al hecho. Una de las formas más comunes será a través de los diferentes cuestionamientos.
¿Qué quiere decir "muerto"?, ¿por qué el doctor no puede arreglarlo?, ¿dónde se fue la abuela Adela cuando murió?, ¿dónde está ahora?, ¿cómo llegó allí?, ¿podes hacer que viva de nuevo?, ¿cuándo morirás?, ¿cuándo moriré yo?
Estas interminables preguntas de nuestros pequeños acerca de la muerte implican un momento especial para ellos, ya que el niño está tratando de comprender un concepto abstracto en términos muy concretos. En estos momentos y en determinadas ocasiones ellos se pueden manifestar ansiosos, intranquilos, preocupados, queriendo saber cosas especificas de la muerte. Incluso en algunas oportunidades pueden manifestar preocupaciones excesivas por alguno de los miembros de la familia, tristeza, terrores nocturnos, enuresis, o volver a estadios del desarrollo correspondientes a etapas más tempranas, desencadenados por miedos, que afloran frente a esta nueva situación.
Asimismo, a nosotros adultos, también nos inquietan estas preguntas como sus estados, porque de alguna manera también nos enfrenta a nuestras propias creencias y vivencias acerca de la muerte.
Los niños menores de 3 años tienen muy poca comprensión acerca de la muerte, tienden a equipararla con la inmovilidad. ¿Cómo acompañarlos?: brindándoles explicaciones sencillas y concretas, empleando pocas palabras que se relacionen de algún modo con el propio mundo del niño. Por ejemplo utilizando similitudes con elementos que él conozca de la naturaleza. A veces sirve referirse a sucesos de muerte de animales, insectos, etc. Manifestando que estos siempre están cuidados y protegidos.
Es útil apoyarse en libros, existe una vasta literatura infantil que habla al respecto. También los dibujos pueden ayudar mucho permitiendo al niño expresar sus emociones y temores.
Entre los 3 y 5 años algunos niños pueden sentirse culpables o causantes de la muerte por hechos que los adultos puedan considerar como mala conducta, o por haber actuado de determinada manera frente alguna circunstancia, etc. En este rango de edad ellos no manejan el concepto de finalidad y suelen pensar a la muerte como algo reversible. El “para siempre” de la muerte o el “nunca más” no consta para ellos, las fábulas, videojuegos, muestran constantemente la muerte como reversible. ¿Cómo acompañarlos? Aquí es necesario trabajar sobre la fantasía de reversibilidad, ayudándolo a comprender la situación, siempre respetando sus tiempos. Por ejemplo, frente a algún hecho de muerte poder darles explicaciones simples, decirles que “no podremos verlo más pero sí recordarle y seguir teniéndolo en nuestros corazones y pensamientos, en nuestras fotos, etc”.
Es importante ayudarles a tomar conciencia de sus reacciones y emociones poniéndole nombre a lo que puedan estar pasando. Propiciar conductas o reacciones nuestras que no refuercen sentimientos de culpabilidad en ellos. En algunas oportunidades pueden presentar cambios en el humor, la función del adulto será de acompañarlos en todo momento, respetando los deseos y necesidades particulares de estos niños, brindándoles la seguridad y confianza necesaria. También en este rango de edad se pueden apoyar en cuentos, juegos, dibujos, etc. Alrededor de los 6 y 9 años suelen representar la muerte como si tuviera existencia propia, muchas veces la relacionan con fantasmas, seres invisibles o cadáveres. Comienza a aflorar la curiosidad por saber qué sucede después, les interesan mucho los detalles. ¿Cómo acompañarlos?: brindándoles información clara con los detalles necesarios, cuando la circunstancia lo amerite, también es positivo el poder reconocer que no se tienen todas las respuestas. Preguntarle qué piensa y siente, animarle a expresar sus pensamientos y sentimientos. Esto ayuda a prepararlos frente a posibles cambios futuros.
Comunicándonos con nuestros pequeños acerca de la muerte podemos descubrir que es lo que saben y que es lo que no saben, si tienen temores o preocupaciones. Entonces nosotros adultos, podemos ayudarlos brindándoles la información o ayuda necesaria y asimismo comprenderlos más. Mantener conversaciones acerca de la muerte, así como otras conversaciones, son más fáciles cuando un niño siente que tiene nuestro permiso para hablar sobre eso y cree que estamos sinceramente interesados en sus opiniones y preguntas. Anímelo a comunicarse escuchándolo atentamente, respetando sus puntos de vista y contestando a sus preguntas honestamente.
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