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Hablar sobre la Muerte con los Niños



Micaela  de  4  años  le  pregunta  a  su  mamá,    ¿a  dónde  se  va   cuando  se  muere?, Hugo de 6 años ¿Qué es morirse?, Marcela de 3 años ¿Qué hacen los muertos?, Ramón de 5 años, ¿Por qué nos morimos?... Estas son algunas de las preguntas que nuestros niños pequeños comienzan a hacerse en determinado momento de su desarrollo evolutivo, o  frente  alguna  vivencia  cercana  de  muerte.  Es  una  manera  de  ir  asimilando   y comprendiendo  este  evento  que    nos  involucra  a  todos  y  que  forma  parte  de  la  vida misma.          
  ¿Todos  los  niños  comprenden  la  muerte  de  la  misma  manera?  ¿Cuáles  son  las  palabras adecuadas para explicarles y ayudarlos a comprender mejor la situación?        
   Sabemos  que  los  temas  relacionados  a  las  experiencias  con  la  muerte  pueden resultar complicados de explicar a nuestros pequeños, asimismo a ellos  les resulta  difícil  de  manejar,  he  aquí  que  debemos  de  estar  atentos  a  algunas  conductas  que   puedan llegar a  manifestar.             Primero que nada debemos comprender que la manera de entender la muerte varía  en  el  correr  de  la  infancia  y  va  modificándose  a  través  del  desarrollo  cognitivo  y psicoafectivo.

Existen nociones claves que el niño debe comprender  para poder llegar a entender la muerte como lo hacemos los adultos: •La irreversibilidad o irrevocabilidad de la muerte  •La ausencia o cese de las funciones vitales.  • Universalidad de la muerte, como parte del ciclo vital.  Estos procesos si bien se pueden desarrollar a través de aprendizajes cognitivos, también se pueden dar espontáneamente.  

          Los  niños  cerca  de  los  dos  años  aproximadamente  comenzarán  a  utilizar  el  término  muerte,  muerto,  matar,  murió,  etc.,  de  una  manera coloquial  mucho  antes  de comprender el significado del concepto. Por ejemplo en un momento de juego dice: "Te mataré,  bang,  bang...",  "Ahora  te  toca  a  vos  matarme...".  Esto  nos  muestra  que  está considerando  a  la  muerte  como  un  estado  temporal  como  el  dormir  o  marcharse, teniendo  la  seguridad  de  que  aún  pueden  escuchar  o  ver,  o  bien  que  incluso  él  o  sus padres nunca van a morir.          

  Algunos  estudios  señalan  que  entre  los  5  y  7  años  recién  rudimentariamente comienzan a comprender cognitivamente la noción de muerte. Estos alcances, tanto los que  se  van  dando  en  edad  preescolar  y  escolar,  necesitan  de  ser  acompañados  para brindarles seguridad y comprensión frente a esta situación.          

 Este  proceso  progresivo  de  toma  de  conciencia  cobrará  significado  si  alguien que estaba ahí de repente  deja de estarlo. Este puede ser su vecino, su mascota o un tío e incluso alguno de sus progenitores. Aquí el niño tomará conciencia de la muerte en el momento  específico  que  suceda,  reaccionando  frente  al  hecho.  Una  de  las  formas  más comunes  será a través de los diferentes cuestionamientos.

 ¿Qué quiere decir "muerto"?, ¿por qué el doctor no puede arreglarlo?, ¿dónde se fue la abuela Adela cuando murió?, ¿dónde está ahora?, ¿cómo llegó allí?, ¿podes hacer que viva de nuevo?,  ¿cuándo morirás?, ¿cuándo moriré yo?          

  Estas   interminables   preguntas   de   nuestros   pequeños   acerca   de   la   muerte implican un momento especial para ellos, ya que el niño está tratando de comprender un concepto  abstracto  en  términos  muy  concretos.  En  estos  momentos  y  en  determinadas ocasiones  ellos  se  pueden  manifestar  ansiosos,  intranquilos,  preocupados,  queriendo saber   cosas   especificas   de   la   muerte.   Incluso   en   algunas   oportunidades   pueden manifestar preocupaciones excesivas por alguno de los miembros de la familia, tristeza, terrores nocturnos, enuresis, o volver a estadios del desarrollo correspondientes a etapas más tempranas, desencadenados por  miedos, que afloran frente a esta nueva situación.
            Asimismo,  a  nosotros  adultos,  también  nos  inquietan  estas preguntas  como  sus estados,  porque  de  alguna  manera  también  nos  enfrenta  a  nuestras  propias  creencias y vivencias acerca de la muerte.          

 Los niños menores de 3 años tienen muy poca comprensión acerca de la muerte, tienden   a   equipararla   con   la   inmovilidad.   ¿Cómo   acompañarlos?:   brindándoles  explicaciones sencillas y concretas, empleando pocas palabras que se relacionen de algún modo con el propio mundo del niño. Por ejemplo utilizando similitudes con elementos que él conozca de la naturaleza. A veces sirve referirse a sucesos de muerte de animales, insectos, etc. Manifestando que estos siempre  están cuidados y protegidos.      

 Es   útil apoyarse en libros, existe una vasta literatura infantil que habla al respecto. También los dibujos pueden ayudar mucho  permitiendo al niño expresar sus emociones y temores.      

     Entre  los  3  y  5  años  algunos  niños  pueden  sentirse  culpables o  causantes  de  la muerte por hechos que los adultos puedan considerar como mala conducta, o por haber actuado de determinada  manera  frente alguna circunstancia, etc. En este rango de edad ellos  no  manejan    el  concepto  de  finalidad  y  suelen  pensar  a  la  muerte  como  algo reversible. El “para siempre” de la muerte o el “nunca más” no consta para ellos, las fábulas,   videojuegos,   muestran   constantemente   la   muerte   como   reversible.   ¿Cómo acompañarlos?  Aquí  es  necesario  trabajar  sobre  la  fantasía  de  reversibilidad,  ayudándolo a comprender la situación, siempre respetando sus tiempos. Por ejemplo, frente a algún  hecho  de  muerte  poder  darles  explicaciones  simples,  decirles  que “no  podremos verlo  más pero sí recordarle  y seguir teniéndolo en nuestros corazones  y pensamientos, en nuestras fotos, etc”.

Es importante ayudarles a tomar conciencia de sus reacciones  y emociones  poniéndole  nombre  a  lo  que  puedan  estar  pasando.  Propiciar  conductas  o reacciones  nuestras  que  no  refuercen  sentimientos  de  culpabilidad  en  ellos.  En  algunas oportunidades  pueden  presentar  cambios  en  el  humor,  la  función  del  adulto  será  de acompañarlos  en  todo  momento,  respetando  los  deseos  y  necesidades  particulares  de estos niños, brindándoles  la seguridad  y confianza necesaria. También en este rango de edad se pueden  apoyar en cuentos,  juegos, dibujos, etc.             Alrededor  de  los  6  y  9  años    suelen  representar  la  muerte  como  si  tuviera existencia  propia,  muchas  veces  la  relacionan  con  fantasmas,  seres  invisibles  o  cadáveres.    Comienza  a  aflorar  la  curiosidad  por  saber  qué  sucede  después,  les  interesan mucho  los  detalles.  ¿Cómo  acompañarlos?:  brindándoles  información  clara  con  los detalles  necesarios,  cuando  la  circunstancia  lo  amerite,  también  es  positivo  el  poder reconocer  que  no  se  tienen  todas  las  respuestas.  Preguntarle  qué  piensa  y  siente, animarle a expresar sus pensamientos y sentimientos. Esto ayuda a prepararlos  frente a posibles cambios futuros.          

 Comunicándonos con nuestros pequeños acerca de la muerte podemos descubrir que  es  lo  que  saben  y  que  es  lo  que  no  saben,  si  tienen  temores  o  preocupaciones. Entonces  nosotros  adultos,  podemos  ayudarlos  brindándoles  la  información  o  ayuda necesaria y asimismo comprenderlos más. Mantener conversaciones acerca de la muerte, así como otras conversaciones, son más fáciles cuando un niño siente que tiene nuestro permiso  para  hablar  sobre  eso  y  cree  que  estamos  sinceramente  interesados  en  sus opiniones  y  preguntas.  Anímelo  a  comunicarse  escuchándolo  atentamente,  respetando sus puntos de vista y contestando a sus preguntas honestamente.

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