Los miedos que heredamos a nuestros hijos

noviembre 08, 2015

Lo que más me ha gustado de esta nueva experiencia de ser madre es que mi hija representa, entre otras cosas, un hermoso libro con páginas blancas en donde escribir cosas nuevas. Cuando analizo los miedos que he ido acumulando a lo largo de mi vida, me doy cuenta que muchos los he heredado o asimilado sin plena consciencia: miedos de mi madre, de mi padre, incluso de mis abuelos.
La capacidad de autoanálisis es una herramienta muy poderosa en el proceso de mejorar la salud mental de la familia, porque de la misma manera que no le damos a nuestros hijos algo de comer, sin antes saber que contiene, del mismo modo hay que reconocer que patrones de conducta estamos trasmitiendo.
Lo importante es ir quitando etiquetas. “Malo”, “Bueno”, “Debería”, “Se supone”, son palabras con mucha influencia en nuestros hijos. Hay que recordar que ellos ven el mundo con nuestros ojos. Lo que para nosotros sea bueno o malo, para ellos también lo será; ellos todavía no crean filtros para ir separando lo que les conviene o no, nosotros como padres somos los encargados de esta labor.
Recuerda que el lenguaje no verbal influye hasta en un 90% sobre lo que queremos trasmitir. En realidad no se hereda un miedo, sino la predisposición negativa hacia ciertos eventos. El evento en sí no es el “malo” de la película, sino nuestra reacción ante él.

¿Qué hacer?

Lo más importante para erradicar un miedo es ENFRENTARLO.  Cada cosa o evento que nos provoca temor, simboliza una situación que no hemos resuelto. El miedo a las alturas, a los insectos, al mar, a hablar en público, etc., son reflejo de situaciones que ocurrieron en el pasado y nos dañaron profundamente.
Para enfrentarlos, la mejor manera es hacer algo diferente. Ve a la raíz de tu miedo. Para eso, puedes hacerte las siguientes preguntas:
  1. ¿Cuándo fue la primera vez que sentí temor ante esta cosa, persona o situación?
  2. ¿Qué ocurrió en ese momento?
  3. ¿Alguien me ayudó a sobrellevarlo? O por el contrario, ¿algo o alguien lo hizo aún más grande?
  4. Este miedo que tengo, ¿es mío o lo heredé de mis padres?
Si no frenamos esta cadena inconsciente, puede continuar por generaciones.
Hay una anécdota muy peculiar que va a ilustrar lo que deseo trasmitirles.
“Cada navidad mi madre cocina el mismo platillo: dos piezas de pierna de cerdo en salsa de ciruela. Es un deleite, pues es la misma receta desde 4 generaciones atrás y no pierde nunca su sazón familiar. Lo que más me llamaba la atención es porque se hacía en dos refractarios separados. Así que le pregunté a mi madre, quien me sólo me dijo: “así lo hacía tu abuela!” Entonces, como es mi costumbre cuando quiero llegar al fondo de algo, no dudé un instante y llamé por teléfono a mi abuela, quien, curiosamente me dio la misma respuesta que mi madre: “tu bisabuela lo hacía de esa manera!”. Afortunadamente, mi bisabuela aún vive, así que aprovechando la ocasión, decidí hacerle una visita que obviamente apreció mucho. Platicando entonces le pregunté por la receta de la pierna de cerdo y comenzó a contarme: “en aquellos tiempos, tu bisabuelo y yo no teníamos mucho dinero –me dijo- por lo que el horno donde debía cocinar era tan pequeño que tenía que hacer casi todo en dos tandas; es por eso que cocinaba la pierna en dos refractarios y  de esta manera fue como nació mi famosa receta”.
Todo lo que no se cuestiona, permanece. Un miedo irracional puede representar la diferencia entre avanzar en la vida o estancarse. Cuando de verdad deseamos hacer algo por nuestros hijos, lo primero (y a veces más difícil) que debemos hacer es comenzar por nosotros mismos.
Recuerden lo que siempre nos indican las azafatas antes de despegar: “en caso de ocurrir una despresurización en la cabina, colóquese primero usted la mascarilla de oxigeno y después colóquela al niño”.
Escucha lo que tus miedos tienen que decirte y atiéndelos. Tal vez tus hijos no sepan lo que has hecho, pero si asimilarán de inmediato que tu actitud ha cambiado. Esto puede marcar una gran diferencia y represente tal vez, la mejor herencia que puedas dejarles.
Articulo escrito por: Psicólogo Pamela Castillo

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