Poner
a un niño de cara a la pared, arrodillado y haciéndole sujetar un par
de pesados libros con cada mano no está bien visto. Pegarle es, incluso,
ilegal en un gran número de países. En las sociedades occidentales los
padres suelen disponer de poco tiempo (y, en ocasiones, de pocas ganas)
para buscar otras formas más eficaces de disciplinar a los hijos. De ahí
que un programa televisivo nefasto como es la Super Nanny haya tenido
tantísimo éxito.
Como los
castigos, en el sentido tradicional del término, empiezan a ser
políticamente incorrectos, los adultos hemos recurrido no a nuevas
estrategias sino a nuevos eufemismos. Hay un castigo clásico llamado
“time out” (tiempo fuera) que consiste en aislar durante cierto período
de tiempo al niño que se ha portado mal. En primer lugar, deberíamos
revisar el concepto de “portarse mal”. ¿Se ha portado mal el niño de dos
años que ha derramado el vaso de leche porque todavía no ha terminado
de desarrollar su motricidad fina? ¿Se ha portado mal el niño que ha
montado un escándalo porque no quería bañarse a la hora que tú has
decidido que debía hacerlo? En segundo lugar, deberíamos revisar,
también, nuestras normas que, normalmente, son arbitrarias y tienen poco
sentido. ¿Es realmente tan importante merendar a las cinco y no a las
seis de la tarde? ¿O tendría más sentido que el niño merendara cuando
tuviera hambre? ¿Es tan importante ver la tele sólo durante una hora al
día? ¿O tendría más sentido negociar con él para que pueda ver su
programa favorito completo en vez de disponer sólo de cierta cantidad de
tiempo?


Desde los años
50, los científicos que han estudiado la disciplina han venido
clasificando a los padres en función de que basaran sus actos hacia los
niños en el poder o en el amor. La disciplina basada en el poder incluye (o puede incluir) pegar, gritar y amenazar. Los
castigos, por supuesto, son una forma de amenaza, un claro chantaje:
“si no te acabas la comida, no podrás salir a jugar”, por ejemplo. La
disciplina basada en el amor, en cambio, incluye prácticamente todo lo
demás. A los lectores interesados en conocer alternativas prácticas y reales al castigo, les recomiendo encarecidamente la lectura de los libros “Por tu propio bien” de Alice Miller, “Crianza incondicional” de Alfie Kohn, “Ser padres sin castigar” de Norm Lee (disponible gratuitamente online), “Padres liberados, hijos liberados” de Adele Faber y Elaine Mazlish y el libro de Rosa Jové sobre
las rabietas que está a punto de ser publicado. Para ir abriendo boca,
pueden buscar en internet los siguientes artículos: “Cinco razones para dejar de decir muy bien” de Alfie Kohn, “Las rabietas” de Rosa Jové, “Ayudar a los niños a resolver conflictos emocionales” de Naomi Aldort o “Educar sin castigar” publicado por quien suscribe estas líneas en la revista www.atalisdigital.com (pág.47).
extraido de http://blog.lauramascaro.com/2011/03/cuando-pensar-es-un-castigo.html