Paraqué lloran los bebés?
diciembre 13, 2012
DECLARACIÓN SOBRE EL LLANTO DE LOS BEBES
“Cuando
un recién nacido aprende en una sala de nido que es inútil
gritar... está sufriendo su primera experiencia de sumisión.” (Michel
Odent) Hombres y mujeres, científicas y profesionales que trabajamos
en distintos campos de la vida y del conocimiento, madres y
padres preocupados por el mundo en el que nuestros hijos e hijas van a
crecer, hemos creído necesario hacer la siguiente declaración:
Es
cierto que es frecuente que los bebés de nuestra sociedad Occidental
lloren, pero no es cierto que 'sea normal'. Los bebés lloran siempre por
algo que les produce malestar: sueño, miedo, hambre, o el más
frecuente, y que suele ser causa de los anteriores, la falta del
contacto físico con su madre u otras personas del entorno afectivo. El
llanto es el único mecanismo que los bebés tienen para hacernos llegar
su sensación de malestar, sea cual sea la razón del mismo; en sus
expectativas, en su continuum filogenético no está previsto que ese
llanto no sea atendido, pues no tienen otro medio de avisar sobre el
malestar que sienten ni pueden por sí mismos tomar las medidas para
solventarlo.
El cuerpo del bebé
recién nacido está diseñado para tener en el regazo materno todo cuanto
necesita, para sobrevivir y para sentirse bien: alimento, calor, apego;
por esta razón no tiene noción de la espera, ya que estando en el lugar
que le corresponde, tiene a su alcance todo cuanto necesita; el bebé
criado en el cuerpo a cuerpo con la madre desconoce la sensación de
necesidad, de hambre, de frío, de soledad, y no llora nunca. Como dice
la norteamericana Jean Liedloff, en su obra “El Concepto del Continuum”,
el lugar del bebé no es la cuna ni la sillita ni el cochecito, sino el
regazo humano. Esto es cierto durante el primer año de vida; y los dos
primeros meses de forma casi exclusiva (por eso la antigua famosa
'cuarentena' de las recién paridas); luego, los regazos de otros cuerpos
del entorno pueden ser sustitutivos algunos ratos. El propio desarrollo
del bebé indica el fin del periodo simbiótico: cuando el bebé empieza a
andar: entonces empieza poco a poco a hacerse autónomo y a
deshacerse el estado simbiótico.
La verdad es obvia, sencilla y evidente.
El
bebé lactante toma la leche idónea para su sistema digestivo y además
puede regular su composición con la duración de las tetadas, con lo cual
el bebé criado en el regazo de la madre no suele tener problemas
digestivos.
Cuando la criatura
llora y no se le atiende, llora con más y más desesperación porque está
sufriendo. Hay psicólogos que aseguran que cuando se deja sin atender el
llanto de un bebé, algo profundo se quiebra en la integridad de la
criatura, así como la confianza en su entorno.
Las
madres y los padres, aunque nos han educado en la creencia de que 'es
normal que los niños lloren' y que 'hay que dejarles llorar para que se
acostumbren', y por ello estamos especialmente insensibilizadas para que
su llanto no nos afecte, a veces no somos capaces de tolerarlo. Como es
natural si estamos un poco cerca de ellos,
sentimos
su sufrimiento y lo sentimos como un sufrimiento propio. Se nos
revuelven las entrañas y no podemos consentir su dolor. No estamos del
todo deshumanizadas. Por eso los métodos conductistas proponen ir poco a
poco, para cada día aguantar un poquito más ese sufrimiento mutuo. Esto
tiene un nombre común, que es la ‘administración de la tortura', pues
es una verdadera tortura la que infligimos a los bebés cuando hacemos
esto, y nos infligimos a nosotras mismas, por mucho que se disfrace de
norma pedagógica o pediátrica. Varios científicos estadounidenses y
canadiense (biólogos, neurólogos, psiquiatras, etc.), en la década de
los noventa, realizaron diferentes investigaciones de gran importancia
en relación a la etapa primal de la vida humana; demostraron que el
roce piel con piel, cuerpo a cuerpo, del bebé con su madre y demás
allegados, produce unos moduladores químicos necesarios para la
formación de las neuronas y del sistema inmunológico; en fin, que la
carencia de afecto corporal trastorna el desarrollo normal de las
criaturas humanas. Por eso los bebés, cuando se les deja dormir sol@s en
sus cunas, lloran reclamando lo que su naturaleza sabe que les
pertenece. En Occidente se ha creado en los últimos 50 años una cultura y
unos hábitos, impulsados por las multinacionales del sector, que
elimina este cuerpo a cuerpo de la madre con la criatura y deshumaniza
la crianza: al sustituir la piel por el plástico y la leche humana por
la leche artificial, se separa más y más a la criatura de su
madre. Incluso se han fabricado modelos de walkyes talkys especiales
para escuchar al bebé desde habitaciones alejadas de la suya. El
desarrollo industrial y tecnológico no se ha puesto al servicio de las
pequeñas criaturas humanas, llegando la robotización de las funciones
maternas a extremos insospechados. Simultáneamente a esta cultura de la
crianza de los bebés, se medicaliza cada vez más la maternidad de las
mujeres; lo que tendría que ser una etapa gozosa de nuestra vida sexual,
se convierte en una penosa enfermedad. Entregadas a los
protocolos médicos, las mujeres adormecemos la sensibilidad y el
contacto con nuestros cuerpos, y nos perdemos una parte de nuestra
sexualidad: el placer de la gestación, del parto y de la
exterogestación, lactancia incluida. Paralelamente las mujeres hemos
accedido a un mundo laboral y profesional masculino, hecho por los
hombres y para los hombres, y que por tanto excluye la maternidad; por
eso la maternidad en la sociedad industrializada ha quedado encerrada en
el ámbito privado y doméstico. Sin embargo, durante milenios la mujer
ha realizado sus tareas y sus actividades con sus criaturas colgadas de
sus cuerpos, como todavía sucede en las sociedades no occidentalizadas.
La imagen de la mujer con su criatura tiene que volver a los escenarios
públicos, laborales y profesionales, so pena de destruir el futuro
del desarrollo humano. A corto plazo parece que el modelo de crianza
robotizado no es dañino, que no pasa nada, que las criaturas sobreviven;
pero científicos como Michel Odent (Primal Health Research Centre),
apoyándose en diversos estudios epidemiológicos, han demostrado la
relación directa entre diferentes aspectos de esta robotización y
enfermedades que sobrevienen en la edad adulta. Por otro lado, la
violencia creciente en todos los ámbitos tanto públicos como privados,
como han demostrado los estudios de la psicóloga suizo-alemana Alice
Miller (1980) y del neurofisiólogo estadounidense James W. Prescott
(1975), por citar sólo dos nombres, también procede del mal trato y de
la falta de placer corporal en la etapa primera de la vida humana.
También hay estudios que demuestran la correlación entre la adicción a
las drogas y los trastornos mentales, con agresiones y abandonos
sufridos en la etapa primal. Por eso los bebés lloran cuando les falta
lo que se les quita; ell@s saben lo que necesitan, lo que
les correspondería en ese momento de sus vidas.
Deberíamos
sentir un profundo respeto y reconocimiento hacia el llanto de los
bebés, y pensar humildemente que no lloran porque sí, o mucho menos,
porque son malos. Ellas y ellos nos enseñan lo que estamos haciendo
mal. También deberíamos reconocer lo que sentimos en nuestras entrañas
cuando un bebé llora; porque pueden confundir la mente, pero es más
difícil confundir la percepción visceral. El sitio del bebé es nuestro
regazo: en esta cuestión, el bebé y nuestras entrañas están de acuerdo, y
ambos tienen sus razones. No es cierto que el colecho (la práctica de
que los bebés duerman con sus padres) sea un factor de riesgo para el
fenómeno conocido como ‘muerte súbita'. Según The Foundation for the
Study of Infant Deaths, la mayoría de los fallecimientos por
'muerte súbita' se producen en la cuna. Los estudios demuestran que es
más seguro para el bebé dormir en la cama con sus padres que dormir
solo.
Por todo lo que hemos
expuesto, queremos expresar nuestra gran preocupación ante la difusión
del método propuesto por E. Estivill en su libro Duérmete Niño (basado a
su vez en el método Ferber divulgado en Estados Unidos), para fomentar y
ejercitar la tolerancia de las madres y los padres al llanto de sus
bebés; se trata de un conductismo especialmente radical y especialmente
nocivo teniendo en cuenta que el bebé está aún en una etapa de
formación. No es un método para tratar los trastornos del sueño, como a
veces se presenta, sino para someter la vida humana en su más temprana
edad. Las gravísimas consecuencias de este método, han empezado ya
a ponerse de manifiesto. Necesitamos una cultura y una ciencia para una
crianza acorde con nuestra naturaleza humana, porque no somos robots,
sino seres humanos que sentimos y nos estremecemos cuando nos falta el
cuerpo a cuerpo con nuestros mayores. Para contribuir a ello, para que
tu hijo o tu hija deje de sufrir ya, y si te sientes mal cuando escuchas
llorar a tu bebé, hazte caso, tómalo en brazos para sentirle y sentir
lo que está pidiendo; posiblemente sólo sea eso lo que quiere y
necesita, el contacto con tu cuerpo. No se lo niegues.
Fuente: Más información y continuación de la lista en http://www.suenoinfantil.org
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