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¿Está nuestro sistema educativo contribuyendo a las dificultades de atención y aprendizaje de nuestros hijos?



Me preocupa mucho que enseñemos a leer y a escribir a los niños de maternal y preescolar. No tiene sentido, ni en términos de desarrollo ni neurológicos. Durante los primeros siete años de vida, los niños van desarrollando de manera progresiva sus habilidades sensoriomotrices. Contrario a lo que creemos, el aprendizaje no ocurre solo en o desde la cabeza.

En realidad, las vías neuronales de nuestro cerebro se forman con el movimiento de nuestro cuerpo en el útero, durante la infancia y la niñez, y aun en la etapa adulta, y son estas vías lo que utilizamos posteriormente para leer, escribir, aprender ortografía, hacer matemáticas y para pensar de manera creativa e imaginativa. Son muchos los niños que he atendido en mi consulta, diagnosticados con ‘trastorno de déficit de atención’ o con ‘problemas de aprendizaje’, que han mejorado como por milagro cuando los retiran de un jardín de niños “académico” o cuando se les permite un año más en un jardín de niños que  privilegia el movimiento y la integración de los sistemas sensoriomotrices.

 Mi experiencia de 17 años como pediatra, con especialidad en desarrollo y comportamiento, me ha enseñado que los niños con dificultades para leer y escribir suelen presentar también un desarrollo del equilibrio pobre, les cuesta trabajo hacer contacto visual o hacer seguimiento y rastreo visual, no distinguen fácilmente el lado derecho del cuerpo del lado izquierdo y se les dificulta permanecer sentados en una silla y ubicar su cuerpo en el espacio. Muchos de estos niños que tienen dificultad para leer y escribir también tienen un tono muscular bajo, que se manifiesta en una postura encorvada, una forma extraña de tomar el lápiz, que tensa o cierra el puño, y pies planos (arcos colapsados).
A veces, estos niños son extremadamente sensibles al tacto y tienen dificultades para relacionarse con otros niños de su edad: sus mentes y ojos están ocupados en ayudar a sus cuerpos a navegar en el espacio, lo que provoca que no se percaten de los códigos sociales y no verbales de sus compañeros. Además, estos niños tienen un sistema nervioso simpático en constante estado de alerta (prestos a una reacción de lucha o de huida o parálisis) y, por lo tanto, son sensibles a los efectos estimulantes del azúcar, el chocolate, la falta de sueño, cambios en la rutina, la televisión y los juegos de video.

 Los niños que ya están listos para leer y escribir deben poder prestar atención y permanecer sentados durante 20 minutos como mínimo (sin la necesidad de estarse moviendo, de sentarse sobre sus pies o de abrazar las patas de la silla con sus piernas; vale la pena hacer notar que tanto el movimiento como la activación de los receptores de presión, ocasionada por esas posturas, les ayuda a ubicar sus cuerpos en el espacio).
Necesitan saber balancearse sobre un pie, sin que sus rodillas se toquen, tranquilos, con los dos brazos extendidos hacia los lados, mientras cuentan en reversa, sin perder el equilibrio. Necesitan saber equilibrase sobre un pie, con sus brazos extendidos hacia el frente (palmas hacia arriba) con los ojos cerrados durante 10 segundos y sin caerse. Necesitan poder reproducir patrones de líneas y curvas abstractas (por ejemplo, formas geométricas, números o letras) sobre un pedazo de papel con un lápiz mientras alguien dibuja estas formas, números o letras sobre sus espaldas. Finalmente, un niño debe poder caminar lentamente sobre una barra de equilibrio, brincar, saltar la cuerda, antes de intentar enseñarle a leer y escribir. Si los niños no pueden realizar fácilmente estas tareas, significa que no han integrado sus sistemas vestibular y propioceptivo (sensoriomotriz), y les costará trabajo permanecer sentados y tranquilos, escuchar, enfocar sus ojos, enfocar su atención y recordar los números y las letras en el salón de clases. Los niños integran su sistema sensoriomotriz mediante los movimientos de su cuerpo y no mediante las tarjetas didácticas ni jugando juegos electrónicos.
 Los movimientos físicos como brincar, saltar, rodar por una pendiente, jugar a atrapar la pelota, brincar la cuerda, correr, caminar, los juegos de manos y juegos en ronda, así como las actividades de motricidad fina con los dedos, como cortar con tijeras, excavar en el jardín, amasar pan, deshierbar, pintar, enhebrar cuentas, dibujar, coser, tejer con los dedos, forman y fortalecen las vías neuronales. En cambio, la televisión y los video juegos o juegos de computadora son medios de estimulación muy pobre para su desarrollo sensoriomotriz; de hecho, las pantallas impiden la integración del sistema nervioso al mantener a los niños en un estado de alerta que activa su sistema nervioso simpático y los dispone a la respuesta de lucha o huida. Finalmente, en los niños, la habilidad de plasmar y hacer corresponder un sonido en particular con una letra específica (fonética) es predominantemente una actividad del hemisferio izquierdo cerebral (analítica). El lado izquierdo del cerebro no empieza a desarrollarse, o mielinizarse, hasta los 7 o 9 años (especialmente en los niños varones). Cuando enseñamos a los niños a leer y a escribir a temprana edad, estresamos sus mentes y sus cuerpos y los forzamos a utilizar sólo el lado derecho del cerebro para leer (memoria visual). El lado derecho es más intuitivo y mira el cuadro completo en vez de considerar los detalles, por lo que el niño normalmente mira solo la primera y la última letra de cada palabra, y cuán larga o corta ésta es; con esta información, adivina la palabra que está “leyendo”, sin que realmente pueda vocalizarla. Algunos niños, conforme van creciendo y madurando, pueden pasar fácilmente de usar el hemisferio derecho a usar el hemisferio izquierdo, pero muchos otros niños (especialmente los que no saben brincar) no han desarrollado la vía (el cuerpo calloso) para rápidamente pasar del hemisferio derecho al izquierdo y, por lo mismo, se encuentran atorados al intentar leer y escribir, pues lo hacen con el hemisferio derecho. Estos niños, a menudo, escriben las letras al revés (como en espejo), tienen mala ortografía y no pueden recordar el sonido que corresponde a cada letra. Para ellos, es tremendo el esfuerzo que requiere escribir. Además de nuestra dieta americana con un alto contenido de azúcares simples, alto en grasas parcialmente hidrogenadas (que resultan dañinas) y muy bajo en ácidos grasos omega 3, me pregunto si gran parte de la epidemia actual de problemas de atención y aprendizaje, ¿no será resultado de que los niños ven demasiada televisión, juegan demasiados juegos de video, pasan demasiado tiempo en frente del monitor de una computadora y son presionados a leer y a escribir a una edad temprana? Necesitamos rodear a los niños pequeños con lo que yo llamo el estado “Buda”, regulado por el sistema nervioso parasimpático, el cual, a su vez, se apoya en un buen dormir, en ritmos y rutinas predecibles, y, lo más importante, en nuestro amor. Los cerebros de los niños se desarrollan y se integran cuando están en el estado “Buda”. Sus cerebros no se pueden integrar ni desarrollar plenamente cuando están en estados de estrés o modo de supervivencia, como el de “luchar o huir”. Por lo mismo, yo apoyo a los jardines de niños que enfatizan los movimientos sanos, promueven habilidades útiles para la vida cotidiana (por ejemplo, barrer o batir con una pala), y que promueven el juego creativo de roles y circunstancias imaginadas por los niños. Si los jardines de niños y las leyes gubernamentales que establecen las normas de educación promovieran actividades con movimiento saludable y dejaran de enseñar a nuestros pequeños a leer y escribir entonces creo que empezaríamos a ver niños de 8 y 9 años más saludables, que escuchen más, que estén más enfocados y tranquilos, que escriban, lean, presten más atención y aprendan con facilidad.

Por Susan R. Johnson, MD, FAAP 10/29/2004

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