¿Qué entendemos por principios y valores versus reglas y normas, a caso, no son lo mismo? por Yvonne Laborda
junio 05, 2017¿Qué entendemos por principios y valores versus reglas y normas, a caso, no son lo mismo?
Un principio, por ejemplo ser amable o ser respetuoso, nos inspira y motiva internamente a actuar más pacífica y amorosamente, especialmente en momentos de conflicto. Un principio nos guía, nos ayuda a ser mejor persona y nos recuerda cómo hemos elegido actuar: amablemente y respetuosamente.
Una regla o norma, por ejemplo “no se pega” o “no se toca”, nos dirige externamente a hacer o dejar de hacer lo que otra persona considera adecuado, correcto o mejor según su criterio, ejerciendo el control y el poder sobre el otro. Una norma nos controla, nos limita, nos prohíbe o nos obliga, no nos inspira ni motiva internamente. Suele crear resistencia y no nos ayuda a tomar mejores decisiones ni a ser mejor persona sino que simplemente nos dice qué está o no permitido.
Lo más importante es decidir cuales queremos que sean nuestros principios, valores y prioridades para poder gestionar mejor los conflictos y satisfacer necesidades desde allí. Si para nosotros es importante la amabilidad, el amor, el respeto, la libertad y ayudar; entonces decidiremos conscientemente ser amables, amorosos y generosos con los demás. Si priorizamos el respeto y la libertad, entonces no gritaremos, ni pegaremos, ni castigaremos ni amenazaremos ni controlaremos a los demás, sean niños o adultos, ya que eso no sería ser amable, respetuoso ni generoso. Todo problema se puede gestionar con amabilidad y respeto si así lo decidimos.
Si en casa los adultos vivimos y actuamos bajo nuestros principios entonces podremos fomentarlos e inspirar a los demás miembros de la familia a usarlos en momentos de conflicto. Los niños nos hacen de espejo. Viendo cómo actúan ellos sabremos qué necesitamos cambiar o mejorar nosotros. Los niños necesitan que seamos su modelo, por ejemplo diciendo:
“En casa nos tratamos con respeto y nos escuchamos”.
En vez de simplemente: “no se pega” o “no se grita”. Sería de esperar que un adulto que impone tal regla, tampoco grita ni pega a sus hijos. Sino habría una gran incoherencia y mucha confusión en su discurso.
“En casa nos decimos lo que nos molesta amablemente y buscamos ayuda si algo o alguien nos molesta”.
“Cuando necesitamos algo lo podemos pedir”. “Si alguien nos hace daño se lo dicimos y nos separamos”.
“A los animales y a las plantas los tratamos con cariño al igual que a las personas”.
“Tratamos los juguetes y los objetos con cuidado”.
En vez de: “no se tira” o “no se toca”. Si un niño no puede tocar algo delicado tampoco podrá aprender a manejarlo con delicadeza o con cuidado. Limitando evitamos la experimentación, la manipulación y el poder usar los sentidos. Limitar es más fácil que estar cerca y ayudar amablemente a que el niño pueda manipular con nuestra supervisión y presencia.
“Si usamos herramientas o cuchillos tendremos mucho cuidado o pediremos ayuda”.
En este ejemplo también es más fácil, más rápido y más cómodo para el adulto imponer una norma que estar cerca y ayudar a manipular un objeto afilado con cuidado y confianza. Limitando y controlando el niño o el ambiente no hace falta estar presente ni responsabilizarnos de muchas situaciones. También comentar que muchos adultos, en alguna ocasión, hemos roto algo delicado o nos hemos cortado con un cuchillo.
En el siguiente ejemplo podemos ver como un niño puede llegar a tomar una decisión basada en un principio en vez de simplemente imponer un límite por miedo del adulto. Imaginemos que la norma es: “no se juega a pelota en casa”. Esta norma, muy probablemente, es impuesta por miedo, del adulto, a que algo se rompa. No obstante, también podemos romper algo sin estar jugando a la pelota. Esa norma no nos motiva ni inspira a ser cuidadosos con las cosas y los objetos, simplemente nos prohíbe jugar a pelota en casa.
Veamos esta misma situación en un hogar donde no se vive bajo el miedo sino desde la confianza y bajo los principios de: “tratamos las cosas con delicadeza y tenemos cuidado” y “confiamos los unos en los otros”. El hijo de esta familia, tenga 3 o 10 años, podría jugar con una pelota rodándola por el suelo cuidadosamente en vez de tirarla por los aires, podría pasarla por debajo de una cama y su hermana recojerla al otro extremo e incluso sus padres podrían tener pelotas de goma muy blandas y ligeras para evitar tener que estar limitando y, de este modo, poder permitir el juego con pelotas en casa.
En este ejemplo, los padres dan confianza a los niños para poder tomar sus propias decisiones basándose en unos principios ya instaurados en la casa. No viven bajo normas arbitrarias, ni bajo reglas ni limitando sus actividades por miedo, por nuestra comodidad o por falta de presencia de un adulto. Estos niños no tienen que, simplemente, obedecer ciegamente a sus padres (reprimiendo en ocasiones su impotencia, frustración o rabia) sino que se les permite y se les ayuda a ser responsables de sus actos dándoles confianza para poder tomar sus propias decisiones conscientes y respetadas por sus padres.
Pero en la sociedad hay normas y reglas ¿cómo aprenderán a respetarlas y obedecerlas?
Si vivimos por principios en casa y damos ejemplo de ello, a los niños, contrariamente a lo que muchos podrán pensar, les será más fácil entender y respetar las reglas o normas que haya en otras casas o lugares. Un niño respetado y escuchado sabrá escuchar y respetar a los demás. Quienes vivimos bajo principios sabemos esto por experiencia propia. Nuestros hijos y los hijos de muchas familias que conozco saben que hay normas sociales y leyes y las respetan. No sienten ninguna necesidad de rebelarse contra ellas.
Lamentablemente, los adultos que pensamos que los niños necesitan de normas o de límites arbitarios, no solemos ser adultos que vivimos bajo nuestros propios principios o valores, también solemos ser adultos que estamos poco presentes con los niños. Preferimos controlar y limitar a los niños o su ambiente evitando tener que tomar conciencia de cual sería nuestra responsabilidad.
Cuando estemos preparados y preparadas, podremos cambiar nuestra forma de pensar o de actuar, incluso más de una vez en la vida. Sólo necesitamos hacernos preguntas, cuestionarnos las cosas que no están funcionando en casa o en nuestro interior y buscar respuestas. Abramos nuestra mente y nuestro corazón para poder sentir más y mejor a todos los niños de nuestra vida.
Centrandonos en nuestros principios (ser amable, ser amoroso, ser generoso, ser altruista, ser bondadoso, prestar ayuda, dar, escuchar, amar…) nos ayudará a tener mejores relaciones y a comportarnos más pacífica y respetuosamente en cada situación tensa o conflictiva.
Quizás al principio nuestros automáticos salten de igual modo, pero ya sabemos que todo empieza con la toma de conciencia, y luego por la toma de decisiones conscientes, y poco a poco eligiendo actuar de modo diferente, podremos llegar, algún día, a ser el padre o madre que nuestros hijos necesitan.
Un día reflexionando sobre este tema de los principios, antes de escribir este capitulo (suelo inspirarme mucho en nuestro día a día para escribir y en lo que observo de otras familias y sus hijos), le pregunté a nuestra hija mayor, Ainara, si sentía que en casa había muchas normas o reglas y cual fue mi sorpresa cuando me dijo:
“Mamá, en casa no nos prohibimos ni nos obligamos”.
Entonces yo le pregunte que qué entendía ella por norma o regla y dijo:
“Pues eso, mamá… algo que otra persona te obliga a hacer o te prohíbe hacer como lo de llevar el cinturón en el coche o no poder llevar ni jugar a la pelota en la piscina del barrio. Mamá… en casa hablamos, nos respetamos y llegamos a acuerdos, ¿no? Bueno, no siempre… pero tu o papá nos ayudáis cuando gritamos o nos peleamos…”
Después de un rato vino y añadió: “Mamá, mamá… sí tenemos una norma en casa, la de no comer fuera de la cocina. Pero a veces sí lo hacemos con un plato o un trapo pero tu no lo notas”.
Con esta respuesta de mi hija quiero hacer otra reflexión. Veo que sí hay alguna regla o norma en nuestra casa, cómo en este caso, que yo prefiero que no se coma fuera de la cocina. Pero por su respuesta veo que detrás de la norma, también les ha llegado el principio de “intentamos mantener los lugares limpios”, ya que cuando se “saltan” la norma (comen fuera de la cocina), lo hacen usando un trapo o un plato (sienten cierta libertad de acción, deciden conscientemente comer fuera de la cocina pero evitando manchar). El hecho de comer fuera de la cocina con un trapo no lo vive como infringir la norma (ya que le costó recordarla) sino que veo que lo que le llega es el principio de “evitar ensuciar” ya que ve y siente mi intención del por qué prefiero que no se como fuera de la cocina.
En resumen, no se vive como una norma arbitraria, tiene sentido para ella y los demás miembros de la familia. Es coherente. Y por último, comentar que me emociona saber que se sintió con la seguridad y libertad suficiente como para ser honesta conmigo y decirme con toda tranquilidad que, hay veces, que comen fuera de la cocina con un trapo o plato. Ella sabía que no habría problema alguno.
Esta simple y sincera respuesta de mi hija me hizo ver que algo importante está pasando en nuestra relación. Esto me confirma una vez más que anteponer la relación con nuestros hijos es prioritario a todo lo demás. Cuando nos relacionamos desde el amor, nuestras relaciones son más amorosas inevitablemente.
Vivir mi vida bajo principios y deshacerme de muchas normas innecesarias me ha ayudado a tener mejores relaciones en casa y fuera de ella. Te invito a hacer tu propia lista de principios y cambiarlos por todas las normas y reglas que hay en tu vida.
Yvonne Laborda
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