El hijo parental… una carga muy pesada
octubre 11, 2016Cuando se da una separación violenta o conflictiva, en la que uno de los cónyuges aparta al otro, habla mal de él frente al niño, etc.; causará gran dolor a los hijos, además que por lealtad a ese padre el niño podría sentir que debería unirse a él y luchar contra el otro. En esta lealtad y apoyo que desarrolla el niño se puede iniciar el rol del hijo parental.
El termino de hijo parental se refiere a los niños que hacen la función de apoyo de la madre o padre, sustituyendo a la pareja y desempeñando el rol de padres de sus hermanos e incluso de sus padres, asumiendo las responsabilidades de un adulto. En algunos casos el hijo parental se encarga del cuidado de uno o ambos padres cuando estos son mayores; en otros, el hijo toma las responsabilidades de un adulto cuando uno o ambos padres son aún jóvenes. Por lo general encontramos este rol en el hijo del sexo opuesto al padre, pero también puede presentarse en el hijo del mismo sexo, de igual manera por lo general este papel suele tomarlo el hijo o hija mayor, aunque a veces recae en cualquier otro.
El hijo parental rápidamente deja de ser niño para asumir con madurez las responsabilidades impuestas, suele ser muy fuerte y comprometido, contrario al padre quien debería estar asumiendo estas funciones, quien suele ser débil, dependiente, inmaduro, temeroso, inseguro. El hijo parental adquiere un gran poder en la familia, se le ha dado implícitamente toda la autoridad para manejar a la familia.
El rol del hijo parental es una pesada carga para el niño o joven sin importar la edad que tenga y en algún momento va a generar sentimiento de impotencia, ansiedad, tensión y resentimiento hacia sus débiles padres que le han impuesto semejante paquete.
Tomar el rol de hijo parental es producto de un acuerdo inconsciente e implícito entre padre e hijo. Cuando el hijo percibe a un padre o madre incapacitado para hacerse cargo de la situación, él comienza a tomar la batuta y el padre o madre gustoso se la cede. No significa que el hijo haya decidido tomar este rol, la mayoría de las veces ni siquiera es consciente, es un mecanismo de compensación para mantener el equilibrio en la familia.
El hijo parental presenta comportamientos como cuidar a sus hermanos, darles consejos, regañarlos, se siente el ejemplo de estos, ser soporte emocional y a veces económico de sus padres, tomar decisiones que influyen en toda la familia, recibir quejas de padre o madre con respecto a la pareja.
Algunas frases que refuerzan la tendencia a este rol; “Ahora que no esta papá, tu serás el hombre de la casa”, “Ahora que nos hemos divorciado tu serás la mujer de la casa”. Nunca un hijo es el hombre o la mujer de la casa, si en una familia no hay esposa o esposo de manera definitiva o temporal, simplemente no habrá hombre y/o mujer de la casa.
Cuando de manera consciente o inconsciente reforzamos este rol en los hijos, a la larga se desarrollarán consecuencias como dificultad para encontrar pareja, el hijo parental suele quedarse soltero cuidando de sus padres, o si encuentra pareja suele tener graves conflictos pues tiene “dos parejas que atender”.
La problemática del hijo parental es mucho más frecuente de lo que se cree. Es fundamental devolver al niño o adolescente su rol de hijo, lo que implica que los padres deberán recuperar su papel en la familia.
¿Cómo podemos quitarles el peso de ser un hijo parental?
Como padre tienes que aprender a hacerte cargo de ti mismo, si es necesario busca apoyo profesional para que te ayude a superar tus miedos, dudas e inseguridades.
Para poder proporcionar seguridad a los hijos, necesitan saberse guiados y protegidos por unos padres fuertes, felices y seguros de sí mismos.
Cada vez que se perciba en el niño un comportamiento de hijo parental hay que quitarle esa carga y dejarlo que tome nuevamente su lugar en la familia. De esta forma, los padres toman seguridad en sí mismos mientras le dan a su hijo el mayor regalo que puede recibir y que es sentirse liberado.
Bibliografía: Chavez, Martha Alicia. “Tu hijo, Tu espejo” (2003) Editorial Grijalbo.
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