Sanar las heridas entre padre e hija

junio 24, 2016



¿Cómo cambia la relación con papá en la adolescencia? ¿Cómo nos afecta a la hora de elegir pareja? Las respuestas a éstas y otras preguntas las encontrarás en esta entrevista realizada a la psicóloga, consteladora y especialista en espiritualidad femenina, Gabriella Robles, quien nos introducirá a una mirada más amorosa para poder integrar lo masculino en nuestra vida y poder sanar así las heridas del modelo patriarcal.

Rol del padre en la familia

Para comenzar, necesitamos poder identificar la diferencia de roles entre la madre (la llamaremos “rol o figura femenina”) y el padre (o “rol masculino). La madre como el padre pueden estar representados por una mujer y un hombre, por dos mujeres o dos hombres indistintamente porque el sexo no definirá la identidad de este rol. Cuando hablemos de lo femenino nos referimos a quien lleve a cabo las cualidades o características que representa, y de igual manera con lo masculino.
Dicho esto, la figura de lo masculino en la familia en el rol de padre, es la de proteger el vinculo madre-hija durante los primeros años de vida, y proveer de alimento, cuidados y seguridad a este dúo. Poco a poco será él quien abra el mundo a su hija y la irá preparando para la vida y para forjar su independencia. En este momento será importante que también la madre permita que este vínculo padre-hija se desarrolle con naturalidad. 

 La influencia de lo masculino

MAIME: ¿Cómo es el rol del padre en la familia?

Gabriella Robles: Podríamos decir que hay tres cualidades de lo masculino en la familia: traer disciplina, autoridad y dirección. A nivel de la relación, el padre es el primer hombre en la vida de una niña. Es lo masculino dentro de ella como potencial. Entonces en función de cómo sea esa relación con su padre así será el esquema vital de lo que es “lo masculino” para ella. 

M: ¿Cómo cambia la relación con papá en la adolescencia?

GR: En la infancia hay una atracción entre la niña y el padre, y va a haber ese tiempo hasta la adolescencia en que la niña mire al padre como reflejo de lo distinto. Es favorable en la adolescencia que ambos tomen un poco más de distancia internamente. Eso va a permitir, a la niña que se empieza a convertir en mujer, que comience a fijarse en otros masculinos (chicos) de su misma generación, como compañeros e iguales. 


M: ¿Qué ocurre con la madre en esta etapa?

GR: Dentro de la familia, lo saludable es que la hija haga un giro de nuevo hacia la madre. Ahora va a necesitar el reflejo de una mujer y ese primer modelo lo toma de ella. Es cuando empiezan a preguntarse ¿quién soy? Esa identidad la va a encontrar mucho más cercana en el vínculo con la madre. Aunque haya fricciones y roces, se está nutriendo de la energía de su propia naturaleza femenina y eso la va a ayudar a ser una mujer con mayor presencia.


MAIME: La mirada del padre representa para la niña esa búsqueda de aceptación o valoración. La manera en que el padre la ve o la trata tendrá mucha influencia en la niña. ¿Pero qué ocurre cuando existe un abandono o ausencia de esta figura paterna?

GR: Todos los mensajes conscientes e inconscientes que vamos recibiendo de nuestro padre se van quedando grabados. Cuando somos niñas tenemos somos muy impresionables de modo que todo lo que recibimos se va quedando impreso en la mente. No obstante la reacción va a ser diferente según cada estilo de personalidad. Hay diferentes tendencias: desde la niña-adolescente más independiente que decide que ella será su propia autoridad, su propia figura paterna y que ella será su propia guía moral hasta caracteres  más dependientes que reaccionarán  desde la búsqueda del amor que no sintió recibir del padre. Así lo busca vaya donde vaya, también la búsqueda de valoración (si sintió que no estuvo a la altura de las expectativas) o puede ser que simplemente se empiece a retraer, porque no acaba de sentirse vinculada con el padre y no sabe por qué está ahí en esa familia sintiendo que no encaja. Otra forma puede ser que lo viva como una traición y por tanto de manera más agresiva, como si fuera peleando por el mundo porque no tuvo ese primer amor. Otra opción es la de desconectarse: tratan de que no se note que están ahí y no quieren pedir ni molestar. Es importante saber que todo lo que se quedó inconcluso dentro de una misma en esa relación, lo vamos a llevar abierto y vamos a intentar cerrarlo muchas veces de manera inadecuada mientras no hayamos tomado contacto a nivel más profundo con el origen de esa herida, de esa carencia. Por eso  se vuelve necesario el trabajo personal.

Para las mamás de adolescentes

MAIME: ¿Se puede cubrir o reemplazar esa ausencia del padre?

GR: Existen otras figuras que pueden encarnar la energía masculina.  Puede ser el un tío, un abuelo, en el colegio… no obstante no es lo mismo que el vínculo con el propio padre. Sería bueno darles a cada uno su lugar, agradecer el apoyo e integrar las experiencias. Aunque a nivel profundo nada puede reemplazar la ausencia del padre, si han existido otras figuras de apoyo eso va a revertir en mayor integración personal.

MAIME: ¿Cómo afectan la figura del padre como autoridad autoritaria y la figura del padre que está en la familia pero no tiene un lugar en ella?


GR: El efecto del autoritarismo y la desconexión son dos efectos del patriarcado, de esta cultura polarizada hacia el aspecto negativo de lo masculino. Está en todo y ¿cómo no va a estar en los padres? Es necesario entender que el padre no es tan libre para decidir cómo actuar,  que detrás de un exceso de control hay un miedo a perder el control, a la supervivencia y a tantas otras cosas. Y detrás de la desconexión hay primero una falta de permiso para conectar con los propios sentimientos y ser vulnerables. Esto es algo que la sociedad no permite al hombre fácilmente desde que se les impide llorar o se les insulta por ello cuando son niños, entonces: ¿qué vía queda? Desconectarse es una. Y más adelante se traduce en “ausencia” hacia los hijos, porque el padre siempre va a estar más orientado hacia lo externo, la profesión, la economía…  y cuando ha de sacar su aspecto femenino quizá no sabe dónde está. Es mucho más difícil cuando no se ha validado lo femenino dentro de lo masculino.


"Es necesario entender que el padre no es tan libre para decidir cómo actuar,  que detrás de un exceso de control hay un miedo a perder el control, a la supervivencia y a tantas otras cosas. Y detrás de la desconexión hay primero una falta de permiso para conectar con los propios sentimientos y ser vulnerables. Esto es algo que la sociedad no permite al hombre fácilmente desde que se les impide llorar o se les insulta por ello cuando son niños”

MAIME: ¿Qué posibilidades hay de sanar esta relación?

GR: La sanación no es solo una cuestión personal sino cultural. Todos vivimos dentro del patriarcado. Lo que podemos hacer es ser conscientes de esa falta de libertad, entender que el cambio empieza de dentro hacia fuera, para poder empezar a quitarnos juicios hacia nuestros padres y asumir la responsabilidad de sanar el vínculo y caminar hacia una vida realizada.
También es importante tomar consciencia de que vivimos desde nuestra percepción de los hechos que tiñe absolutamente todo lo que sentimos y genera una actitud determinada. Respecto a nuestro padre, la percepción puede haberse quedado fijada en  un momento  o momentos de gran impacto o dolor: una bofetada o lo que sea que haya ocurrido. Entonces  necesitamos volver a mirar ahí de una manera más neutra, no tan teñida por la percepción de la niña.


M: ¿cuál es tu propuesta para sanar la relación con nuestro papá?

GR: La propuesta desde el taller que realizo -llamado “Un Día con tu Padre”- y desde el trabajo de integración individual, consiste en promover un trabajo interno creando un espacio-tiempo donde ponemos a priori la intención de liberarnos de nuestro juicio o prejuicio. Después de una preparación permitimos que sea la luz de nuestro corazón la que encienda e ilumine lo que pasó, porque desde ese lugar de nuestro ser tenemos la capacidad de aunar todo. Cuando llegamos ahí podemos llegar a mirar a nuestro padre con otros ojos. 


M: ¿pero qué pasa con lo que esa niña o chica sintió en el momento en que tuvo lugar esa herida y que no tuvo acogida, consuelo o apoyo?

GR: Muchas veces la niña no sabe o no puede explicar lo que siente, otras veces puede ser más evidente. Si hay una persona adulta cerca puede acercarse suavemente,  ofrecer un abrazo. Puede estar llorando por la noche, o sentirse decaída y no saber por qué, va ser prácticamente imposible que siempre haya alguien que pudiera recoger sus sentimientos. Como niña, se vive de forma muy emocional y los adultos están con todas sus ocupaciones y deberes que forman parte de la rutina diaria. No obstante, también aquí hay una función positiva y evolutiva. Como niñas tenemos esa percepción, quisiéramos que todo fuera maravilloso y de alguna forma aspiramos a ello, pero finalmente nos convertimos en las mujeres que somos gracias a todo lo que hemos podido experimentar.  Una vez entendido esto,  podemos llegar a estratos profundos de nuestra psique donde encontrar, abrazar y sanar la niña herida que habita en el interior.

M: En los casos graves de abusos o maltratos, ¿qué perspectiva podemos tomar para salir adelante?

GR: En casos así es más complejo y resulta necesaria una perspectiva espiritual porque sin ella no encontramos la forma de poder abordarlo. Entendiendo que nuestra alma evoluciona y se coloca allí donde tiene los padres que necesita para su experiencia evolutiva. Desde aquí, los casos más graves que se escapan a nuestros recursos para afrontarlo pueden adquirir una nueva mirada. Desde las constelaciones familiares hay una propuesta de observar sin juzgar, que permite crear un espacio sagrado donde poder sentir y entender mucho más allá de lo que nuestros ojos acostumbran a ver. Llegamos a  lo que Bert Hellinger llama: Constelaciones desde el Espíritu. No podemos cambiar nada, sólo permanecer en lo que es, tal y como es. Desde mi experiencia, personas que han tenido una vida muy dura de abandono o maltrato, y han podido llegar a este estado, a esta conexión espiritual, poder permanecer en paz viendo “lo que hay”, en ese momento es cuando siento que el alma adquiere algo más grande, algo quizás para lo que vino a esta existencia.

por Gabriella Robles
extraído de www.maimemujer.com

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