Los amigos invisibles de los niños
diciembre 28, 2014
En su habitación o en cualquier rincón tranquilo de la casa, el niño o la niña, especialmente si tiene entre los tres y los cinco años, juega y a la vez ‘finge’ que habla con alguien, le enseña sus juguetes, le cuenta cosas de la escuela o de la familia, ríe y mantiene muchos ratos la mirada fija en un lugar concreto de la estancia. Su comportamiento es tan natural, se expresa de una forma tan auténtica, que sus progenitores llegan a a sentir temor, porque todo da la impresión de que, en efecto, hay alguien presente junto al niño, que ellos no pueden ver.
¿Cuántas veces hemos oído hablar de casos similares, o los hemos vivido en nuestro propio hogar? ¿Recordamos lo que hacíamos en los juegos de nuestra propia infancia? Innumerables veces, los padres acuden a consultar a algún psicólogo o psiquiatra infantil; quien, al no encontrar ningún problema especial en el niño, acaba resolviendo que se trata del ‘síndrome del amigo invisible’, que se resuelve de forma natural con el desarrollo del niño y que los padres no tienen porqué preocuparse.
Pero aunque la psicología insista en que ese ‘amigo invisible’ es una fantasía infantil, no puede ni debe descartarse la posibilidad, estudiada y aventurada por muchos investigadores de este tipo de fenómenos, de que la mente de los niños tenga acceso a planos de existencia desconocidos u olvidados por los adultos. Una capacidad que se pierde poco a poco, cuando el niño comienza a ir a la escuela o a progresar en su evolución intelectual.
Sería bueno recordar lo que dijo el filósofo griego Sócrates: “Desde mi niñez me acompaña, por disposición del cielo, un ser casi divino, cuya voz me desaconseja algunas veces de hacer alguna cosa, pero que nunca me insta a realizar algo”.
El físico cuántico Fred Alan Wolf destaca, a su vez, que “los niños tienen la capacidad hasta los cinco años de atravesar otras realidades, y luego se les dice que dejen de jugar con sus amigos invisibles y cosas por el estilo, y cuando llegan a los catorce años han perdido por completo dicha capacidad”.
Nuestra civilización moderna y materialista nos ha hecho olvidar ese ‘mundo fantástico (?)’. Pero los niños, con su inocencia y pureza de espíritu, siguen gozando del don de ver y hablar con gnomos, hadas o duendes… o con sus ángeles de la guarda.
Para ellos es algo tan natural y lógico, que sólo debería producirnos envidia.
La etapa del pensamiento mágico
Por ello, si frecuentemente encuentras a tu hijo en largas conversaciones, jugando, riendo con alguien a quien tú no ves, no debes preocuparte: es su amigo imaginario. Una persona creada por él, con su nombre y personalidad (o quizás no…) que seguro le va a hacer compañía durante un buen tiempo.
Los niños establecen los límites entre la fantasía y realidad alrededor de los seis y siete años. Antes de esta edad, ellos necesitan de espacio para dar alas a su imaginación, para vivenciar sus fantasías. El amigo imaginario, como ya hemos dicho, puede aparecer en la vida de los niños entre los dos y tres años y puede prolongarse hasta los siete u ocho años de edad. Muchos niños describen a estos invisibles amiguitos, dando detalles de su ropa, de sus juegos y afirmando que realmente existen. Este comportamiento es normal. Para el niño, el amigo existe realmente, y es para él una auténtica decepción cuando percibe o se da cuenta de que sus padres no le creen.
Los amigos imaginarios aparecen sobre todo en hijos únicos, con hermanos mucho mayores que él o antes de ir a la escuela. Normalmente cuando los niños comienzan a participar en actividades sociales con los compañeros de su edad, el amigo imaginario va haciendo visitas cada vez más distantes, hasta llegar a ser totalmente olvidado. Por más que los padres jueguen con el niño, no suplen la necesidad que ellos tienen de relacionarse con sus “iguales”.
Dicen psicólogos y pedagogos que este nuevo universo de superhéroes, de monstruos, de fantasmas, de hadas y de otros amigos, ayuda al niño a crecer y a desarrollar sus emociones y creatividad, y también a expresar sus miedos, sus alegrías, sus inquietudes y sus más profundos deseos. Los niños son conscientes del mundo real, pero a esas tempranas edades todavía les cuesta asimilarlo y aceptarlo tal como es. Por esta razón ellos crean un mundo donde todo es posible, permitido y solucionado. Es la etapa del pensamiento mágico de los niños.
Mejora de la capacidad lingüística
Los padres no deberían preocuparse, ya que los amigos imaginarios son buenos para las capacidades lingüísticas de los niños y hasta podrían mejorar su actividad escolar, según un estudio reciente realizado en Nueva Zelanda y dado a conocer por la agencia Reuters.
El estudio, realizado por la profesora adjunta Elaine Reese y el investigador Gabriel Trionfi, de la Universidad de Otago, y publicado en la revista Child Developement, analizó las capacidades lingüísticas de 48 niños y niñas de cinco años y medio, de los cuales 23 tenían amigos imaginarios o invisibles.
Los investigadores vieron que los niños que jugaban con estos compañeros imaginarios tenían capacidades narrativas más avanzadas que los que no tenían este tipo de amigos. “Debido a que las capacidades de los niños de contar historias son un pronóstico firme de su futura capacidad para leer, estas diferencias podrían tener resultados positivos para su rendimiento académico”, dijo Reese en un comunicado en la página web de la universidad.
Las capacidades lingüísticas de los niños fueron evaluadas midiendo su vocabulario y su habilidad para volver a narrar una historia de ficción a una marioneta, y luego una historia real basada en una salida o un evento familiar. Mientras los niños parecían no tener diferencias en su nivel de vocabulario, aquellos con amigos invisibles contaron historias de mejor calidad, tanto las de ficción como las de eventos reales.
“Lo más importante es que los niños con amigos imaginarios adaptaron sus historias a la tarea asignada. En las historias de ficción incluyeron más diálogos. En las basadas en la vida real, dieron más información sobre el tiempo y el lugar que los niños que no tenían amigos invisibles”, explicó Reese. La ventaja de los niños con amigos imaginarios se dio independientemente de su edad, dijo.
“Creemos que los niños con compañeros invisibles pueden haber obtenido práctica extra contando historias. Primero, creando historias para sus amigos imaginarios. Segundo, como sus amigos son invisibles, los niños quizá hayan vuelto a contar sus aventuras a los adultos interesados”, añadió Reese.
extraído de http://eltemplodelaluzinterior.com/
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