“Pareja De La Triada” por A.Jodoroswy y M.Costa. 1 parte.
octubre 20, 2013
Cuando en nuestra familia
comienzan a suceder determinados eventos, como problemas, conflictos entre los
miembros de la misma, dificultades en la pareja, con nuestros hijos, entre
otros, es un buen momento para comenzar a revisar nuestra historia, tanto
individual como de pareja. Es momento de zambullirnos dentro de las aguas
profundas de nuestra vida emocional para poder comprender y entender que puede
estar sucediendo.
Una línea que ayuda a pensarnos
en estas situaciones es la genealogía, aquí les comparto unos fragmentos de
libro de Metagenealogía de A.Jodoroswy y M.Costa. del capitulo de la “Pareja
De La Triada”
La nueva familia se concreta a
partir del primer nacimiento, (también se podría decir que a partir del primer embarazo;
incluso si este llegara a interrumpirse, el niño /a esperado puede, a partir de
ese momento, llegar a ocupar un lugar muy importante en la memoria familiar).
O sea a partir del nacimiento del
primer hijo/a la pareja se convierte en familia. Para el hombre, el encuentro
con ese recién nacido es el que sella la realidad de su paternidad; mientras
que para la mujer, ese bebé ya un ser muy concreto durante su gestación. La
primera etapa con el niño suele ser un periodo crítico, descripto ya muchas
veces, que puede vivirse como una fase paradisiaca o bien llena de angustia. El
apego de la madre al bebe es al principio sostenido por la producción de
oxitocina, que estimula las contracciones uterinas y que se inicia con en el parto
alcanzado su punto mas elevado en el momento en que nace él bebe (siempre que
la mujer no esté expuesta al frío, al estrés, a una luz intensa o incomoda y a
su intimidad sea debidamente respetada)….
La producción de esta “hormona
maternal”, como se denomina, se ve estimulada por la lactancia. En el mejor de
los casos la mujer estará enteramente volcada hacia su bebe recién nacido. Pero
no todo es, sin embargo, tan agradable para el hombre con el que comparte su
vida esta situación puede resultar desconcertante
cuando él se percata que la atención de su mujer se vuelca completamente hacia
el recién nacido, por consiguiente se convierte para él en un obstáculo o en un
rival. Y otro problema que suele manifestarse es el tiempo de demora para
recuperar la actividad sexual de la pareja. Pero en una pareja sana y
evolucionada esta situación no se convierte en ningún problema: el hombre
acepta no tener durante algún tiempo la atención de su mujer, dedicada al
placer nuevo y sexual de la lactancia y esperara pacientemente a que el deseo
de su compañera regrese.
Sin embargo en una pareja que no esté
tan equilibrada esta misma circunstancia podría causar innumerables conflictos,
como violación, agresión física infidelidades.
Cuando el padre re emprende las
relaciones intimas con su mujer. Se reivindica como compañero y amante, además
de padre de su hija/a, y se puede decir que progenitor pone en escena una
triada equilibrada en la que las tres relaciones que se producen (padre- madre,
padre – hijo/a, madre hijo/a) tienen la misma importancia. Pero son numerosos
los elementos que pueden perturbar la constricción de ese frágil trío.
1- Los
padres pueden entrar en conflicto; ambos pueden interpretar la llegada del hijo
no como una aportación que les hace acceder a un estado en su vida adulta, sino
como una amenaza, una invasión, una fuente de fatigas y frustraciones. Estos padres
incapaces de crecer en general tendrán comportamientos tóxicos hacia sus hijos.
Por ejemplo le harán sentir que molestan, se los confiarán sistemáticamente a
los abuelos haciendo del niño algo así como un hermano o una hermana, los
abandonarán de diversas maneras o infravalorarán de diversas maneras para poder
confirmar su propia posición de niño- rey o niña- reina.
2- La
cuestión del sexo también interviene de forma notable: una madre sana que da a
luz un hijo tendrá siempre el placer de haber engendrado un ser humano,
diferente de ella y perfecto tal cual es. Pero si esta mujer se ha visto
infravalorada en su femineidad, el hijo puede convertirse en un trofeo, sobre
el cual ella proyectará su masculinidad frustrada. De igual manera cuando el
primer hijo es una niña, un padre sano no se decepcionará desde un punto de
vista narcisista sino muy al contrario, celebrara la femineidad de su hija y
proyectara en ella su propia anima, es decir su parte femenina de su ser. Pero si
el padre es neurótico, podría despreciar a su hija, herido en su narcisismo por
la llegada de esta niña que no se le parece y que le ha privado de la satisfacción
de verse reproducido. En el caso que el hijo sea del mismo sexo que el
progenitor, una madre sana amará a su hija y un padre sano su hijo. Los padres deberán estar preparados
para todo lo que ellos no recibieron de sus propios padres y aceptar que ese
niño/a los supere en todos. Sin embargo, una madre neurótica negara la
existencia individual de su hija y la tratará como si fuera una mera prolongación
de ella misma, como un tentáculo o incluso como simple espectadora. La madre
pasara toda la vida compitiendo con ella y le impedirá crecer. Por su parte un
padre neurótico hará de su hijo una prolongación de su ego, un heredero del
nombre, lo disfrazara de replica suya a tamaño reducido y hará todo lo que este
en su mano para castrarlo, incluso cubriéndolo de dinero y regalos hasta una
edad avanzada para demostrarse así mismo que el jefe de la familia sigue siendo
él.
3- Los
padres neuróticos siempre son infantiles e inmaduros incluso bajo una
apariencia de autoridad, de dignidad y de respeto. Su forma de actuar se
proyecta hacia dos direcciones distintas pero con efectos desbastadores. Por una
parte, pueden que se comporten de una forma muy inmadura y obliguen a sus hijos
a jugar a ser pequeños adultos, exponiéndolos a serios peligros o bien escudándose
en ellos no les permitan vivir plenamente su infancia. Y por otro lado pueden
que los mantengan indefinidamente en la infancia, creando una especie de paraíso
familiar que les impide crecer y convertirse en personas autónomas, además de
culpabilizarlos si los abandonan.
Toda apuesta por convertirse en
padre o madre se enfrenta a la siguiente mutación: de repente uno deja de ser
para siempre “el hijo de” o “hija de”, para convertirse en “el padre de” o “madre
de”. Los padres se verán obligados a sacrificar sus propias demandas infantiles
y a soportar sus heridas abiertas y aspiraciones no resueltas para poder asi,
consagrarse a un ser vulnerable y dependiente que expresa constante y
claramente la imperiosa necesidad que tiene de crecer y ser amado. Son estos
unos retos que se manifiestan desde la misma aparición de la vida en el vientre
materno: la negación de la muerte.
Convertirse en adulto, si uno
continua sintiéndose niño y recurre todavía a sus padres, supondrá ser un
adulto egoísta que no quiere morir, pero convertirse en adulto al mismo tiempo
que uno se trasforma auténticamente en padre, es conseguir ser un adulto
transpersonal que acepta su propia desaparición como un elemento más de la continuación
de la especie.
Conviene, por lo tanto,
preguntarse sobre cuál era el objetivo en la vida de cada uno de los padres en
el momento del nacimiento de su hijo. Desde el plano del ego y del inconsciente,
el niño puede ser considerado por sus padres como alguien que le impide
realizar sus respectivos objetivos: esto es algo que demuestra un nivel de
madurez muy poco elevado, los padres tienen entonces objetivos egoístas y el
niño será considerado como un estorbo inoportuno que ha venido a interrumpir
sus juegos o ensoñaciones infantiles. En numerosos casos, el niño es concebido
como un continuador del árbol genealógico y se le pide que no sea nada más que
un heredero al servicio del pasado. Pero cualquiera que sea el nivel de
conciencia de los padres, nosotros podemos afirmar que desde el plano
supraconsciente, el niño viene siempre a ejecutar la unión entre los padres y a
incitarlos a desarrollar su verdadero objetivo, lo consigan o no. Es muy
frecuente, además que a su manera el hijo realice una síntesis de los objetivos
de sus dos progenitores.
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